miércoles, 2 de junio de 2021

La base conceptista: Don Francisco de Quevedo



Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580- Villanueva de los Infantes, 1645) fue uno de los escritores más relevantes de nuestro barroco, un gran escritor que manejaba de forma magistral el idioma castellano y un hombre de profundos contrastes.
 Fue en su época poeta conocidísimo desde muy joven. Sin embargo, no llegó a ver publicadas sus obras poéticas en vida, aunque muchas de ellas circularon de forma manuscrita. En 1648, su amigo González de Salas publicó buena parte de ellas en El Parnaso español. Un sobrino del escritor publicó en 1670 otra parte de sus textos poéticos, pero también con alteraciones diversas. Todo ello hace que la poesía de Quevedo haya llegado  hasta hoy con numerosos problemas textuales.
De carácter atormentado, ofrece en su obra el doble plano de las vertientes más contrarias: mundo real y ficción ideal, lo bello con lo vulgar, mostrando con hondura y profundidad el pensamiento del siglo XVII. En él se mezclan el pesimismo filosófico, el escepticismo amoroso y la negra visión de un español desilusionado.

                       ¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!

                       ¡Poco antes, nada; y poco después, humo!

 
 
Si quieres conocer más sobre este autor y su obra entra en Fundación Francisco de Quevedo. 

La abundantísima obra poética de Quevedo (unas mil composiciones) suele agruparse atendiendo a sus temas: poemas filosóficos, morales, religiosos, amorosos, satírico-burlescos y de circunstancias.
          
                   Poemas amorosos
 
Siguiendo la línea de los poetas renacentistas (Boscán, Garcilaso, Herrera ), Quevedo retoma en su poesía amorosa los elementos de la tradición petrarquista: la amada inalcanzable, el sentimiento inquebrantable hacia ella, la silenciosa queja del amante herido de amor, etc., pero adapta estos tópicos a la perspectiva de su propia época con vetas de sombría y,  a la vez, apasionada expresión del afecto. En esta perspectiva, dominada por la presencia constante de la muerte, el amor se muestra como una fuerza que permanece más allá del final de todas las cosas.
El amor, en Quevedo, se presenta de una forma contradictoria: por un lado vence la angustia del tiempo que transcurre inexorablemente, pues perdura más allá de la muerte. Pero, por otra parte, este sentimiento está dirigido a un ideal inalcanzable y, por tanto, es una frustración más. Como otros poetas barrocos, define el amor como un conjunto irreconciliable de elementos contrarios:


   
               Poesía satírica y burlesca: 

 Quevedo abordó la sátira social en diversas composiciones (sonetos, romances y letrillas). Sus mordaces ataques se dirigen a médicos ( a los que consideraba unos "matasanos"), viejas que con cosméticos aparentan ser jóvenes, boticarios, pasteleros... Para todos tiene una crítica burlona y satírica.


 En este poema critica a las mujeres cuyo aspecto externo es pura apariencia. Aquí, la llamada Filena queda “desrealizada”: todo en ella es postizo.
                        

También Quevedo se burlará de los mitos clásicos, parodiando el famoso mito de Apolo y Dafne que el caballero Garcilaso de la Vega nos ofreciera con sus versos suaves y armónicos:  "A Dafne ya los brazos le crecían".

Aquí podéis oír el soneto “A Apolo persiguiendo a Dafne”, donde Quevedo ha convertido a la ninfa en una prostituta y a Apolo en su cliente.

 A Apolo persiguiendo a Dafne

  Otro poema de tono paródico muy conocido de Quevedo es la letrilla "Poderoso caballero es don dinero", un poema en el que el autor juega con la ironía y los dobles sentidos, un tema que ya trató el Arcipreste de Hita y que sigue teniendo plena vigencia en los tiempos actuales. Escuchad con atención la letra del poema en la versión musical de Paco Ibáñez:


     
           Poemas metafísicos y morales

  Se trata de composiciones de tema moral, filosófico y religioso, de tono grave, que ofrecen una visión pesimista de la vida, entendida como camino hacia la muerte. El poeta se muestra constantemente preocupado por la fugacidad del tiempo y desengañado por lo vanas que resultan ser todas las cosas, destinadas irremediablemente a desaparecer.
 El pesimismo en Quevedo se centra en la angustia por envejecer y por morir, la amargura por el rápido paso del tiempo. Escribió Quevedo en una carta: “Hoy cuento yo cincuenta y dos años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente; murió mi niñez, murió mi mocedad; ya también falleció mi edad varonil. Pero ¿cómo llamo vida a una vejez que es sepulcro, donde yo mismo soy entierro de cinco difuntos que he vivido?”



 Actividades para leer a Quevedo: las ha realizado el profesor César López Llera e incluyen actividades sobre su poesía y sobre su prosa.

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