jueves, 23 de junio de 2016

¿Por qué hay que leer a los clásicos?


Carta a los alumnos del Alhakén:

Tienes catorce, quince, dieciséis… años y preguntas cosas para las que en muchas ocasiones no tengo respuesta. Entre otras razones, porque nunca hay respuestas para todo. Yo sólo puedo escribirte que no hay varitas mágicas, ni ábrete sésamos. Esos son cuentos chinos. De lo que sí estoy seguro es de que no hay mejor vacuna que el conocimiento. Me refiero a la cultura, en el sentido amplio y generoso del término: no soluciona casi nada, pero ayuda a comprender, a asumir, sin caer en el embrutecimiento, o en la resignación. Con ello quiero sugerirte que leas, que viajes, y que mires.

Eres el último eslabón de una cadena maravillosa que tiene diez mil años de historia; de una cultura originalmente mediterránea que arranca de la Biblia, Egipto y la Grecia clásica, que luego se hace romana y fertiliza al occidente que hoy llamamos Europa. Una cultura que se mezcla con otras a medida que se extiende, que se impregna de Islam hasta florecer en la latinidad cristiana medieval y el Renacimiento, y luego viaja a América en naves españolas para retornar enriquecida por ese nuevo y vigoroso mestizaje, antes de volverse Ilustración, o fiesta de las ideas.

Para conocerte, para comprender, lee al menos lo básico. Estudia la Mitología, y también a Homero, y a Virgilio. Lee como mínimo a Quevedo y a Cervantes, échale un vistazo al teatro y la poesía del Siglo de Oro, conoce a Moratín, que era madrileño, a Galdós, que era canario, a Valle-Inclán, que era gallego, a Pío Baroja, que era vasco. Ponlos a todos en buena compañía con Dante, Shakespeare, Voltaire, Dickens, Stendhal, Dostoievski, Tolstoi, Melville, Mann. No olvides el Nuevo Testamento y recuerda que en el principio fue la Biblia, y que toda la Historia de la Filosofía no es, en cierto modo, sino notas a pie de página a las obras de Platón y Aristóteles.

Viaja, y hazlo con esos libros en la intención, en la memoria y en la mochila. Verás qué pocos fanatismos e ignorancias de pueblo y cabra de campanario sobreviven a una visita paciente a El Escorial, a una mañana en el museo del Prado, a un paseo por los barrios viejos de Sevilla, a una cerveza bajo el acueducto de Segovia. Si haces todo eso -o al menos sueñas con hacerlo- conocerás la única patria que de verdad vale la pena.
                                                                                                            Arturo Pérez-Reverte
 
¿Qué es un clásico literario?

Aceptémoslo, todos hemos estado en esa situación donde mencionan un clásico y no sabemos de qué trata. Incluso podríamos citar pasajes de dichos libros,pero ni siquiera hemos leído la primera página de éstos.

Los clásicos son ese tipo de títulos que todos debimos haber leído en algún momento de nuestra vida y, sin embargo, sólo hemos escuchado en las clases del instituto, en algún blog, o en “conversaciones intelectuales” en las que alguien se pone “estupendo”. 
 
"Un clásico, decía Hemingway, es una obra que todos admiran y que nadie lee". Pero nuestros estudiantes de Secundaria no pueden acceder a los libros clásicos si no se les facilita su lectura comprensiva. La educación instrumental y formadora de destrezas y valores permite al adolescente integrarse con seguridad en la sociedad, pero para enriquecer y dar sentido a esa integración, se necesita una perspectiva temporal de la cultura y de las formas vitales. Si no, quedamos atrapados en el presente vertiginoso, sin entenderlo bien, arrastrados por la actualidad y sus poderosos reclamos. Somos como enanos a los hombros de gigantes, que decía Bernardo de Chartres, podemos ver más, y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura.

Las obras clásicas amplían nuestra experiencia, nos llevan a las raíces, aceptan renovadas interpretaciones y su lectura puede ser un gozoso y útil entretenimiento. El Cid, La Celestina, El Lazarillo son tres grandes indiscutibles de la literatura española. ¿Sería sensato desterrarlos del currículum escolar? El perturbado amor de Calixto y Melibea, la sabiduría mundana de la bruja Celestina deben formar parte de ese conocimiento en el tiempo que ofrecen otros muchos personajes aventureros: el viajero Ulises, el Campeador mio Cid, el pícaro y maltratado Lázaro, el valeroso e idealista don Quijote… Ítalo Calvino ofrecía catorce razones para leer a los clásicos, pero, en todo caso, decía, leerlos es mejor que no leerlos.

Por ello, y para dejar atrás la horrenda definición de clásico de Hemingway, preferimos afirmar con Ítalo Calvino que un clásico es un libro que no termina de decir lo que tiene que decir.



El carácter interdisciplinar de los textos clásicos invita al desarrollo de actividades de todo tipo. Como ejemplo, los alumnos de 1º de la ESO nos exponen sus trabajos en relación con una actividad denominada “El Quijote y las matemáticas” que han llevado a cabo en la clase de matemáticas.

Ofrecemos también unas antologías de los textos clásicos que los alumnos de 4º de la ESO y 1º de Bachillerato han leído y trabajado en clase.


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