sábado, 27 de mayo de 2017

¿Cómo nacieron los signos de puntuación? Una historia que va de Alejandría a Sevilla


«La coma, los dos puntos y el punto y el coma, así como sus parientes ortográficos, son partes integrales de la escritura» que «destacan las estructuras gramaticales y ayudan a transformar las letras en palabras e imágenes mentales», explica Keith Houston, autor del libro «Shady Characters, The Secret Life of Punctuation, Symbols & Other Typographical Marks». En un artículo publicado en la web de la BBC asegura que «estaríamos perdidos sin ellos. O, al menos, muy confundidos».
Sin embargo, no siempre fue así. «Los griegos practicaban la scriptio continua; esto es, escribían sus textos de tal forma que nohabíaespacionipuntuación entre las palabras, y no hacían distinción alguna entre mayúsculas y minúsculas», relata Houston, subrayando que «era responsabilidad del lector escoger el camino entre la masa de letras, distinguir en ella cada palabra y cada frase, y adivinar dónde terminaba una y empezaba la siguiente».

Cuesta creer que la falta de puntuación o espacio entre letras no se considerara un problema, como afirma el escritor. Nadie esperaba comprender un texto en la primera lectura, había que estudiar previamente el contenido de un pergamino para recitar su contenido. «Un discurso elocuente y persuasivo era más importante que cualquier texto escrito», prosigue Houston, quien narra cómo Aulo Gelio protestó cuando en el siglo II d.C. le pidieron que leyera en voz alta un escrito que le era desconocido ya que no enfatizaría las palabras de forma correcta, destrozando su contenido.

La invención de los primeros signos de puntuación llegó de la mano de Aristófanes, cerca del año 200 a.C. Para este bibliotecario de Alejandría, resultaba frustrante el tiempo que se tardaba en leer los cientos de miles de manuscritos que guardaba la célebre biblioteca. Aristófanes sugirió a los lectores que aliviaran el ininterrumpido texto con anotaciones de puntos arriba, en medio y debajo de cada línea (comma, colon y periodus) que indicaran la entonación de lectura alta, media o baja.
Su aplicación fue, sin embargo, errática. Los romanos abandonaron el sistema de puntos de Aristófanes y aunque también probaron en el siglo II a separar las palabras con puntos, cesaron en ese empeño. «Existía todo un culto hacia el hablar en público, y era de tal magnitud que toda la lectura se hacía en voz alta. Y la mayoría de los estudiosos coinciden en que los griegos y los romanos hacían frente a la falta de puntuación precisamente de esa forma».

El cristianismo y San Isidoro de Sevilla
La difusión del cristianismo vino a cambiar su forma de escribir. «Mientras los paganos habían transmitido sus tradiciones y su cultura de forma oral, de boca en boca, los cristianos preferían escribir salmos y evangelios para difundir mejor la palabra de Dios. Así que los libros se convirtieron en una parte integral de la identidad cristiana. Y, por consiguiente, empezaron a incluir en ellos letras decoradas y signos de párrafo (Γ, ¢, 7, ¶, entre otros)», 
 Con el fin de proteger el significado original de los textos, los escribas cristianos empezar en el siglo VI a puntuar sus propios escritos. Un siglo después, San Isidoro de Sevilla actualizó el sistema de Aristófanes, «de forma que los puntos indicaran la duración de la pausa: breve (punto bajo), media (punto medio) y larga (punto alto)» y «más allá de eso, relacionó la puntuación con el significado de forma explícita por primera vez en la historia».

Los espacios entre palabras se cree que fueron invención de unos monjes irlandeses o escoceses -no está claro-, que estaban hartos de separar palabras latinas desconocidas.
«Y a finales del siglo VIII, en Alemania, un país emergente, el afamado rey Carlomagno ordenó a un monje llamado Alcuin idear un alfabeto unificado que pudiera ser leído por los súbditos de las tierras más lejanas. Fue así como nacieron las que hoy conocemos como letras minúsculas», explica.
Sobre los puntos de Aristófanes, se crearon otros como el «punctus versus», una versión medieval del punto y coma, que tomaban prestados elementos de la notación musical de los cantos gregorianos. «También el punctus elevatus, un punto y coma a la inversa, un signo que se convertiría en los dos puntos actuales», añade el escritor.
Por aquel entonces se empezó a utilizar el «punctus interrogativos, el ancestro del signo de interrogación actual» y llegó un momento en el que el sistema de tres puntos se redujo a uno solo.
«En el siglo XII, el escritor italiano Boncompagno da Signa propuso un sistema de puntuación completamente diferente que incluía tan solo dos signos: la barra (/) y el guión (-). La primera indicaba una pausa, y el segundo el fin de una frase», prosigue Thompson antes de señalar que aunque no está claro cuánto se usó la barra, el guión o virgula suspensiva «fue todo un éxito».
En el apogeo del Renacimiento había por tanto «una mezcla de los antiguos puntos griegos; los puntos y comas, signos de interrogación y otros derivados medievales; y los más recientes inventos, la barra y el guión».

Congelada por la imprenta


La puntuación se congeló en el tiempo con la llegada de la imprenta a mediados de 1450. La mayoría de los signos que hoy se emplean fueron tallados en plomo para no volver a cambiar. «La barra de Boncompagno da Signa se acortó y curvó, y heredó uno de los nombres del sistema griego, convirtiéndose en la coma actual. A los dos puntos y al signo de interrogación se les sumaron el punto y coma y el signo de exclamación. Y el punto de Aristófanes quedó reservado para la pausa al final de cada frase», detalla Thompson.
«La evolución de estos signos paró en seco», aunque ahora con la llegada de los emoticonos «está otra vez revolviéndose», a juicio del autor. «La puntuación no estaba muerta. Solo estaba esperando el próximo tren tecnológico al que subirse»

domingo, 14 de mayo de 2017

Las 10 mejores "comas" de la poesía en español


1. LA COMA DE «INTELIJENCIA, DAME»

Con el rotundo vocativo "intelijencia" (con j), Juan Ramón Jiménez empieza uno de sus poemas más conocidos:

                 ¡Intelijencia, dame
                el nombre exacto de las cosas!


Como se explica en la Ortografía de la lengua española de la RAE (en adelante, OLE), los vocativos (es decir, los nombres con el que nos dirigimos explícitamente al receptor) deben ir delimitados por coma.

Otros vocativos fundamentales en la poesía en español son el de «Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir»el de «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar» o «Palacio, buen amigo» (ambos de Antonio Machado), el de «que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero» o el de «Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos, / decidme en el alma: ¿quién, / quién levantó estos olivos?» (de Miguel Hernández) o el de «¿no es verdad, ángel de amor, / que en esta apartada orilla…?» de Don Juan Tenorio de Zorrilla.

2. LA COMA DE «YA QUE ASÍ ME MIRÁIS, MIRADME AL MENOS»

Gutierre de Cetina nos regaló un precioso poema que contiene en su último verso una causal antepuesta que se debe delimitar con coma:

Ojos claros, serenos, 
Ya que así me miráis, miradme al menos.

En la OLE se explica el uso de la coma con los distintos tipos de causales.

3. LA COMA DE «POLVO SERÁN, MAS POLVO ENAMORADO»

Salvo en casos como lento pero seguro, se debe poner coma delante de pero y, como se explica en el Blog de lenguade otra conjunción adversativa como mas. No cabe duda de que la coma antes de mas de este verso y del anterior en el poema Amor constante más allá de la muerte de Quevedo son de las más famosas de la poesía española:

               … serán ceniza, mas tendrán sentido;
               polvo serán, mas polvo enamorado.

Otra renombrada coma antes de conjunción adversativa, en este caso antes de pero, es la que aparece en la Rima IV de Bécquer:

     Podrá no haber poetas, pero siempre
     ¡habrá poesía!

Y no podemos olvidar la de uno de los grandes versos de la poesía, la del Poema XX de Neruda:

   Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
   Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

.



Sin abandonar las adversativas, nos encontramos con el impactante y famosísimo uso de sino seguido de verbo (hoy diríamos sino que vuela), con su correspondiente coma, de la Canción del pirata de Espronceda:

            Con diez cañones por banda,
            viento en popa a toda vela,
            no corta el mar, sino vuela
            un velero bergantín.

4. LA COMA DE «JUVENTUD, DIVINO TESORO»



En uno de los poemas que de forma más amarga habla del paso del tiempo, Rubén Darío describe en una aposición de dos palabras lo que supone la juventud para el que ya la perdió. Este tipo de aposiciones van entre comas:

     Juventud, divino tesoro,
     ¡ya te vas para no volver!
     Cuando quiero llorar, no lloro,
     y a veces lloro sin querer.



Otro caso de aposición es la del Romance de Abenámar, que aparece tras otro vocativo imprescindible de nuestra poesía:

                                                ¡Abenámar, Abenámar,
                                                moro de la morería,
                                                el día que tú naciste
                                                grandes señales había!

5. LA COMA DE «POR UNA MIRADA, UN MUNDO»

No solo es uno de los poemas más conocidos de Bécquer, sino que es ejemplo de coma por elisión de verbo:

             Por una mirada, un mundo;
             por una sonrisa, un cielo;
            por un beso… yo no sé
           qué te diera por un beso.

Aunque en la OLE se recomienda poner la coma de elisión para separar el sujeto de los complementos, en casos como este también es recomendable usar la coma
.
6. LA COMA DE «POR VOS NACÍ, POR VOS TENGO LA VIDA»

La coma más normal es probablemente la que aparece en las enumeraciones. Pero se convierte en una coma poderosa cuando aparece en enumeraciones como la del Soneto V de Garcilaso (el que empieza con «Escrito está en mi alma vuestro gesto»):

… por vos nací, por vos tengo la vida,
     por vos he de morir y por vos muero.

No menos impacto produce la coma en el último verso de la estrofa del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz:

          Pastores, los que fueres
          allá por las majadas al otero,
         si por ventura vieres
         aquel que yo más quiero,
         decidle que adolezco, peno y muero.

 o cuando Góngora dice que todo se convertirá «en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada», o cuando Pedro Salinas escribe Yo te quiero, soy yo

Miguel Hernández muestra un dominio total de este recurso en su famoso poema:

           Llegó con tres heridas:
           la del amor,
           la de la muerte,
           la de la vida.

Pero es que Miguel Hernández es capaz de conseguir un efecto espectacular tan solo uniendo dos elementos iguales por medio de la coma:

            Tristes hombres
            si no mueren de amores.  
           Tristes, tristes.

7. LA COMA TRAS «¿QUÉ ES POESÍA?»


Otra coma fundamental de Bécquer es la que separa una cita entre comillas del comentario del narrador en su Rima XXI:

                 «¿Qué es poesía?», dices mientras clavas
                   en mi pupila tu pupila azul.

Tienes información sobre esta coma en la página 375 de la OLE.

8. LA COMA ANTES DE «QUE ES EL MORIR»


Las comas que delimitan a las relativas explicativas frente a las especificativas son un clásico de la ortografía. Tenemos la suerte de que en una de las estrofas más conocidas y profundas de nuestra poesía aparecen los dos tipos de relativas. 

Es en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique:


           Nuestras vidas son los ríos
           que van a dar en la mar,
           que es el morir.

Rubén Darío nos regala un par de relativas explicativas en otra estrofa universal:

   La princesa está triste…¿Qué tendrá la princesa?
  Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
 que ha perdido la risa, que ha perdido el color.


9. LA COMA DE «QUÉ TENGO YO, QUE MI AMISTAD PROCURAS»

 Cuando que introduce una consecuencia como la del verso de Lope de Vega dirigido a Jesús:

             ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
            ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
              que a mi puerta cubierto de rocío 
              pasas las noches del invierno escuras?

Otra coma necesaria antes de que es la de causales como la que aparece en el tan breve como conocido poema de Juan Ramón Jiménez:
                           ¡No le toques ya más,
                            que así es la rosa!

Y una de las más dolorosas es la del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Lorca:

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

10. LA COMA TRAS «SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA»

En la OLE se recomienda separar con coma la prótasis condicional (el segmento encabezado por sicuando no es breveAlberti impresionó empezando con este verso uno de sus poemas de Marinero en tierra:



           
       
 Si mi voz muriera en tierra,
  llevadla al nivel del mar
  y dejadla en la ribera.






Otras comas que delimitan prótasis condicionales claves en la poesía en español son las de Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, / acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma (de García Montero) o si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido (de Cernuda).
Un poema cargado de fuerza y comas:
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
 

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

 A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!   (Alberti)





¿Qué otras "comas" famosas conoces?

domingo, 7 de mayo de 2017

LA CONJURACIÓN DE LAS PALABRAS - Benito Pérez Galdós

En La Conjuración de las palabras (escrito en abril de 1868), Benito Pérez Galdós nos cuenta la rebelión de las palabras de la lengua española, considerándose maltratadas por los autores.





EL EJÉRCITO DE LAS PALABRAS

" Érase un gran edificio llamado Diccionario de la Lengua castellana, de tamaño tan colosal y fuera de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi cuarta parte de una mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre, cuando ponían al tan edificio en el estante de su dueño, la tabla que lo sostenía amenazaba desplomarse, con detrimento de todo lo que había en ella. Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cuartel con doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y significación de aquel gran monumento.
Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio estaba subdivido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.

[…] Una mañana sintiose gran ruido de voces, patadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos, como si un numeroso ejército se levantara y vistiese a toda prisa, apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra debía de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del Diccionario, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. […]

Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este ejército presentaba […]. Delante marchaban unos heraldos llamados Artículos, vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los Sustantivos, que venían un poco más atrás. Éstos, en número casi infinito, eran tan vistosos y gallardos que daba gozo verlos. […]

Junto a los Sustantivos marchaban los Pronombres, que iban a pie y delante, llevando la brida de los caballos, o detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, ya guiándoles a guisa de lazarillos, ya dándoles el brazo para sostén de sus flacos cuerpos, porque, sea dicho de paso, también había Sustantivos muy valetudinarios y decrépitos, y algunos parecían próximos a morir. También se veían no pocos Pronombres representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o perezosos, y estos Pronombres formaban en la línea de los sustantivos como si de tales hubieran categoría.

Detrás venían los Adjetivos, todos a pie; y eran como servidores o satélites de los Sustantivos, porque formaban al lado de ellos, atendiendo a sus órdenes para obedecerlas. Era cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el auxilio, de un buen escudero de la honrada familia de los Adjetivos; pero éstos, a pesar de la fuerza y significación que prestaban a sus amos, no valían solos ni un ardite, y se aniquilaban completamente en cuanto quedaban solos. […]

Como a diez varas de distancia venían los Verbos, que eran unos señores de lo más extraño y maravilloso que puede concebir la fantasía.
No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni describirlos con precisión y exactitud. Basta saber que se movían mucho y a todos lados, y tan pronto iban hacia atrás como hacia delante, y se juntaban dos para andar emparejados. Lo cierto del caso […] es que sin los tales personajes no se hacía cosa a derechas en aquella República, y, si bien los Sustantivos eran muy útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como instrumentos ciegos cuando algún señor Verbo no los dirigía. Tras éstos venían los Adverbios, que tenían cataduras de pinches de cocina; como que su oficio era prepararles la comida a los Verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los Adjetivos, como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había Adjetivos que desempeñaban en comisión la plaza de Adverbios, para lo cual bastaba ponerles una cola o falda que, decía: mente.

 Las Preposiciones, eran enanas; y más, que personas parecían cosas, moviéndose iban junto a los Sustantivos para llevar recado a algún Verbo, o viceversa. Las Conjunciones andaban por todos lados metiendo bulla; y una de ellas especialmente, llamada que, era el mismo enemigo y a todos los tenía revueltos y alborotados, porque indisponía a un señor Sustantivo con un señor Verbo, y a veces trastornaba lo que éste decía, variando completamente el sentido. Detrás de todos marchaban las Interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan solo cabeza con gran boca siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que, aunque pocas en número, es fama que sabían hacerse valer.

 De estas palabras, algunas eran nobilísimas, y llevaban en sus escudos delicadas empresas, por donde se venía en conocimiento de su abolengo latino o árabe; otras, sin alcurnia antigua de qué vanagloriarse, eran nuevecillas, plebeyas, o de poco más o menos.  Las nobles las trataban con desprecio. Algunas había también en calidad de emigradas de Francia, esperando el tiempo de adquirir nacionalidad. Otras en cambio, eran indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y las había petulante, y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas enfáticamente."






1 Enumera las clases de palabras que se citan en el texto. ¿Dónde encuadrarías los determinantes? ¿Por qué crees que no se citan? Justifica tu respuesta.

2 ¿Por qué crees que los artículos son los heraldos de los sustantivos? Explica cuál es su función.

3 ¿Por qué crees que los sustantivos eran "en número casi infinito"?

4 ¿Qué quiere decir el texto con que “Era cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el auxilio, de un buen escudero de la honrada familia de los Adjetivos”?

5 ¿Por qué crees que de los verbos es imposible “decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni describirlos con precisión y exactitud”?

6 ¿Cómo se expresa la importancia del Verbo?

7 ¿Por qué los adjetivos y los adverbios son parientes? ¿A qué tipo de adverbios se refiere el texto para ejemplificarlo?

8 ¿Qué quiere decir que las preposiciones llevan recado del Sustantivo al verbo o viceversa?

9 ¿Qué significa que la Interjecciones no tenían "sino tan solo cabeza con gran boca siempre abierta"? ¿Y que"sabían hacerse valer"? Pon ejemplos de interjecciones.